¿Ser bueno con el dinero te está haciendo desdichado?

Siempre destaco que las finanzas personales, son eso, una manera única de administrar nuestro dinero, que se adapta al estilo de vida que elijamos. Los primeros años en que comencé a tener ingresos propios, creía tener mis finanzas bajo control porque algo me quedaba a fin de cada mes para ahorrar para unas vacaciones. No tenía idea de cuánto gastaba cada mes, mucho menos en qué categorías. Porque ese ahorro mensual, si al mes siguiente era necesario para cubrir algún imprevisto, se usaba para eso y las vacaciones pasaban a segundo plano.

 

No tenía una tarjeta de crédito, por lo que, según mi punto de vista, mis finanzas gozaban de buena salud ya que no tenía deudas. Haberme graduado en argentina de la universidad pública me permitió comenzar mi etapa económicamente activa, sin deudas. Una bendición que recién comprendí años después cuando conocí a mi novio chileno, quien, al salir de su universidad, cada año debe pagar su deuda universitaria.

 

Mi vida financiera no tenía grandes sobresaltos, pero tampoco tenía mucha planificación, más o menos iba viendo en qué podía gastar y, si me parecía que era algo que no iba a dejarme sin comer, lo compraba. Así fue durante muchos años, hasta que pude tener un poco más de ahorros y me pregunté qué podría hacer con ellos. Si bien no era mucha plata, me empezó a incomodar ser consciente de que cada mes perdían valor. Pero no sabía invertir, esa palabra me parecía muy lejana, algo que haría cuando tuviese mucho dinero. Entonces empecé más básico y aprovechando que en mi trabajo utilizaba Excel a diario, me creé un presupuesto. Eso me motivó a anotar todos los gastos diarios que iba realizando en un mes, para poder comparar con mi presupuesto y entender dónde se iba mi dinero. Tener mayor información me llevó a poder ponerme objetivos de ahorro. Estaba más ordenada, pero el dinero se seguía acumulando en dólares que yo sabía lentamente se iban deteriorando. No a la velocidad del peso, a un ritmo muchísimo más lento, pero no dejaba de caer. Sabía que la única manera de que eso cambiase era aprender algo de inversiones, y principalmente animarme. En ese camino, pasé del objetivo de cortísimo plazo de ahorrar para viajar a plantearme otras metas, y saber que, si lo invertía, mi dinero no solo iba a protegerse contra la inflación, sino que iba a crecer.

 

La posibilidad de hacer crecer mis ahorros me empujó aún más a priorizar el ahorro. Después de todo, cada peso ahorrado hoy, en el futuro valdría más. Lo que en un principio fue una tímida búsqueda de sentirme en control de mi situación financiera, de a poco se fue convirtiendo en un control bastante exhaustivo sobre mis gastos. ¿Realmente necesito unas nuevas zapatillas, o puedo esperar unos meses más para comprarlas? Y la respuesta siempre era que podía esperar.

 

El interés compuesto y la certeza de que un peso mañana vale más que uno hoy, me fueron moldeando para decidir no gastar, incluso a veces en cosas que necesito.

 

Definitivamente la vida tiene que ser un equilibrio, y ahora voy descubriendo que no todo se trata de ahorrar, especialmente si eso me lleva a una vida menos feliz hoy. No es fácil salir del modo inversión. El disfrute presente me cuesta porque me digo a mí misma que la recompensa por guardar es mayor al placer inmediato de consumir ya.

Puede que este artículo sea un mensaje para mí misma, considerando que incontables son las veces en las que los objetivos de largo plazo toman mis finanzas y el disfrute presente queda a un lado. Soy partidaria de presupuestar el disfrute y un poco esa es la manera que encuentro para alentarme a gastar. Lo que sucede es que incluso de esa manera, a la hora de comprar algo, la pregunta sobre si realmente lo necesito o si puede esperar, sigue estando. Pero al menos aparece otra vocecita interna que me tranquiliza y me recuerda que si en algún momento del pasado ya presupuesté dinero para compras menos necesarias, efectivamente me puedo permitir esa compra.

 

Tengo una amiga que no solo no presupuesta, sino que tiene ingresos variables y no tiene idea de cuánto gasta. Ese no-manejo de las finanzas me resulta impensable, sin embargo, muchas veces le digo que necesito que me enseñe a gastar porque envidio su capacidad de hacer compras sin buscar precio, sin pensarlo dos veces. Y claro, no dejo de ofrecerme para ordenar su desconocimiento. Por ahora ella sigue prefiriendo la ceguera financiera y yo sigo observando sus decisiones para animarme también a gastar sin culpa. Sin dudas que la clave del éxito está en el equilibrio. En mi caso, estoy en un continuo aprendizaje. De nada sirve tener mis finanzas en armonía si eso no trae como resultado una vida actual más placentera. No dejo de reconocer que el interés compuesto siempre resulta tentador, mas no se puede posponer todo consumo para el futuro y olvidarnos de nuestro yo presente. Definitivamente todavía tengo trabajo por hacer.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *